Hoy te voy a regalar
algo que tu ya conoces,
tiene tapas, tiene hojas,
tiene letras y otras cosas.
¿Has abierto tu regalo?,
¿Te ha gustado?, pues claro.
Cuentos cortos o muy largos,
procura siempre cuidarlos.
Se presentan de mil formas
y en la biblioteca están
Acércate cuando quieras
que allí los encontrarás.
Vino Cenicienta montada en su jeep
y detrás corría su amigo Tintín.
Pinocho leía en un libro azul
y el hada madrina vestía de tul.
La Bella Durmiente, tumbada en la cama,
siempre descansando porque era una vaga.
De pronto llamaron y yo me asusté,
son los tres Cerditos que quieren el té.
El lobo hacía un rico pastel
y Caperucita se quedó a comer.
Ricitos de Oro llama a su mamá
y siete enanitos a la mina van.
Una semilla de naranja
en la tierra se cayó.
Fue rodando, fue rodando
y dormida se quedó.
Vino la lluvia una mañana
y la tierra se mojó.
La semillita sintió agua
y alegremente despertó.
Se desperezó con dos hojitas
y se asomó buscando el sol
Su raíz muy pequeñita
en la tierra se afirmó.
Existió una vez un gato,
era un gato gordinflón
que comía todo el día
y le gustaba el turrón.
Julio y agosto ya llegan
y con ellos el calor.
Los turrones se derriten...
¿Qué hará el gato gordinflón?
"Mamita, cómprame helados",
dice el gato gordinflón
y, tumbado panza arriba,
se acaricia la barriga.
"Se acabaron lo helados
y estás siempre tan tumbado.
En verano te he apuntado
a un curso de natación."
Yo tenía una caja
llenita de meses,
los iba gastando
y se fue vaciando.
Un año contiene
las cuatro estaciones
y en una de ellas
son las vacaciones.
Llegó el verano,
llegó el calor,
la playa y el campo
todo el día sol.
Cierta vez preguntaron a una madre cuál era su hijo preferido, aquel al que más quería. Y ella, dejando entrever un sonrisa, respondió:
"Nada es más voluble que el corazón de una madre". Y, como madre respondió:
El hijo predilecto, aquel al que me dedico en cuerpo y alma, es el hijo enfermo, hasta que consigo que se cure.
Es el que está lejos de casa, hasta que vuelve.
Es el que está cansado, hasta que descansa.
El que tiene hambre, hasta que se alimenta.
El que tiene sed, hasta que puede beber.
El que está estudiando, hasta que logra aprender.
El que está desnudo, hasta que encuentra ropa que ponerse.
Educar es lo mismo
que instalar un motor en una barca.
Hay que medir, pesar, equilibrar...
y poner todo en marcha.
Pero para eso
uno tiene que llevar en el alma
un poco de marinero,
un poco de pirata,
un poco de poeta
y un kilo y medio de paciencia concentrada.
Pero consuela soñar
que ese barco -ese niño-,
mientras uno trabaja,
irá muy lejos por el agua.
Soy uno cuando estoy solo
y dos si tu estás conmigo
somos tres si somos dos
y viene algún otro amigo.
Cuatro las patas del perro
cinco dedos de mi amno
y seis los años que tengo
y siete los de mi hermano
Ocho pies tiene la araña
nueve son tres veces tres
Y si esto bien me lo aprendo
me voy a sacar un diez.
__________
El uno es un soldado
haciendo la instrucción.
El dos es un patito
que está tomando el sol.
Dos niños estaban patinando sobre una laguna congelada. El día había empezado con un sol tibio de invierno, pero acababa de comenzar a nevar, por eso decidieron volver a sus casas. Y fue cuando se encontraban cerca de la orilla, donde la capa de hielo era más fina, cuando uno de los pequeños cayó al agua. Cuando su amiguito vio que daba manotazos intentando salir y que, cada vez más agotado, se hundía en el agua, fue a buscar una piedra y empezó a golpear el hielo con todas sus fuerzas. Al principio se resistía, pero, sin perder la calma, fue a buscar una roca de mayor tamaño y la dejó caer junto a su amigo. El hielo empezó a cuartearse y, al hacerse más grande el agujero, pudo sacarlo fuera vivo.
Cuando llegó el equipo de salvamento y vieron lo sucedido, no podían creerse lo que había conseguido aquel niño.
-Con esas manos tan pequeñas, ¿Cómo lograste romper tú solo el hielo para rescatarlo?-, le dijeron.
Un carpintero, ya entrado en años, comunicó a su jefe su intención de dejar de trabajar para descansar y disfrutar de la familia.
El jefe, que lamentaba perder a su hombre de confianza, le pidió que construyera una sola cosa más, como un favor personal.
El carpintero accedió, pero se veía fácilmente que no ponía el corazón en su trabajo.
Utilizaba materiales de poca calidad y el trabajo era deficiente.
Era una desafortunada manera de terminar su carrera.
Cuando terminó su trabajo, el jefe fue a inspeccionar la casa y entregó al viejo carpintero las llaves de la puerta principal.
¡Gladiadores, en acción,
que el invierno ya llegó!
No le tengo miedo al frío,
la batalla comenzó.
A jugar con las bufandas,
flecos, rayas y un pompón.
Orejas bien calentitas
con un gorro de algodón.
Atrapando al viento frío
con mis guantes de color,
lana gruesa y suavecita
que mi abuela me tejió.
A saltar charcos de lluvia
con botitas en los pies,
un chaleco abrigadito
del derecho y del revés.
En un apartado valle atravesado por muchos caminos, vive el dios del tiempo sobre una gran roca. Desde su atalaya lo contempla todo y, de tanto observar, su sabiduría es infinita. Este dios es muy generosos y, a cada persona que nace, le presta más tiempo del que necesita para recorrer su camino.
Lo que ocurre es que, a lo largo de la vida, malgastamos mucho en trayectos equivocados. Continuamente hay que entre bifurcaciones y muchos desvíos no conducen a ninguna parte.
El zar se encontraba enfermo y preocupado por los malos pronósticos que le habían dado, reunió a sus súbditos y les dijo: -Daré la mitad de mi reino a quien me cure-. Los sabios de la corte se reunieron a deliberar, pero por más vueltas que le dieron no encontraban la solución.
De repente, uno de ellos se levantó y les propuso lo siguiente: -Si encontramos a un hombre feliz, que le compren la camisa y que el zar se la ponga. Eso le curará-. Enseguida salieron de palacio emisarios en busca de ese hombre feliz, aunque no aparecía. Unos eran ricos pero estaban enfermos; otros gozaban de una salud de hierro, pero eran pobres como las ratas; también los había que, ricos y sanos, se quejaban de su mujer o de su hijo...
Hace muchos años, había un manzano y un niño que lo adoraba y pasaba todos los días jugando alrededor de él. El pequeño creció y nunca jamás volvió a ser su compañero de juegos.
Un día, regresó ya hecho un muchacho y el árbol le dijo: -¿Juegas conmigo?-. Pero este le respondió: -Ya no soy el niño de antes, lo que ahora quiero son juguetes y no tengo dinero para comprarlos-. -Te sugiero que cojas todas mis manzanas y las vendas-, le contestó el árbol. Pero, tras hacer eso, se marchó dejándolo solo otra vez.
Mis mascotas son muy especiales,
yo las quiero a todas por igual,
a mi tortuga, a mi perro, a mi gata,
y el conejo que no para de saltar.
Josefina se llama la tortuga
y está toda llena de arrugas.
Con su paso lento ella va en busca
de sus deliciosas hojas de lechuga.
Tomy, mi perrito, es muy travieso,
come carne y esconde los huesos.
Corre, ladra y juega todo el día.
solo cuando duerme está quieto.
Mis mascotas son muy especiales,
yo las quiero a todas por igual,
a mi tortuga, a mi perro, a mi gata,
y el conejo que no para de saltar.
¡Qué hermosos que son los animales!,
hacen compañía y espantan los males.
Si todos ponemos mucha atención,
los conoceremos con esta canción.
"Guau, guau, guau", ladraba el perro.
"Muuuu", dice la vaca tocando el cencerro.
"Pío, pío, pío", cantaba un jilguero.
"Prrr, prrr", dijo un loro volando ligero. (bis)
¡Qué hermosos que son los animales!,
hacen compañía y espantan los males.
Si todos ponemos mucha atención,
los conoceremos con esta canción.
"Kikiriki· cantaba el gallo,
"Rooaaaar", gritó el león, casi me desmayo.
Todos a saltar como los conejos.
"Oink, oink", dijo un cerdo que estaba muy viejo. (bis)
Hubo una vez en un río
un enorme cocodrilo
conocido como Andrés,
con una boca grande
y la cola del revés.
Las ranitas del lugar
no se podían bañar,
porque Andrés las sacudía
con su cola singular.
Pero un día llegó el rey,
el león de aquel lugar,
con su corna de juncos
y su melena real.
La cola del cocodrilo
el rey pudo enderezar,
se lo presentó a su prima
y no volvió a molestar.
Cocoliche el cocodrilo,
se cree muy seductor
y busca una cocodrila
que le regale su amor.
Se lustró bien las escamas
salió hecho un ganador
llevaba corbata al cuello
y en cada mano una flor.
Y andando por el pantano
a su amada descubrió
tomando el sol en la orilla
poniéndose bronceador.
El indio Guachuki
pequeño chicagua
de un árbol muy alto
hizo su piragua
El arco y las flechas
dentro colocó
y en el Río Grande
el niño embarcó.
Soñando aventuras
navegó feliz
remaba cantando
A, la, la, la, li
Halló un pececito
al que saludó
¡Adiós amiguito…!
y el pez dijo:¡Adiós!
Se alarmó mucho
cuando oyó una voz
¡Ay, ay, ay… Socorro…!
¡Yo soy Linda Flor…!
He caído al agua…
me ha asustado un pez
¡No le tengas miedo
yo caí una vez…!
Yo vivo en el Polo Norte,
es un sitio muy bonito,
y si fuerais por allí,
preguntad por Esquimito.
Siempre ayudo a mi mamá
a colgar los pescaditos,
porque después de salados
tienen que estar bien sequitos.
Luego me voy a jugar
y busco mis amiguitos,
si encuentro a Doña Foca
hablo con ella un poquito.
Llevo mi arpón en la mano
y no lo debo olvidar,
puedo encontrarme algún oso
de los que quiero cazar.
Un ruido me ha sorprendido,
¿Será un oso que vendrá?
me esconderé despacito
y entonces asomará.
¿Sabéis que soy muy valiente,
aunque me encuentre aquí solo?
Es una cosa corriente
entre los niños del Polo.
Voy a entrar en la caverna
¡Pero Dios mío, qué miro!
Un pobre osito pequeño
que está solito y perdido…